El concepto de vulnerabilidad social tiene dos componentes explicativos. Por una parte, la inseguridad e indefensión que experimentan las comunidades, grupos, familias e individuos en sus condiciones de vida a consecuencia del impacto provocado por algún tipo de evento natural, económico y social de carácter traumático y , por otra, el manejo de recursos y las estrategias que utilizan las comunidades, grupos, familias y personas para afrontar sus efectos.
Longhurst (1994) hace una magnífica revisión de la literatura sobre vulnerabilidad vinculada a los desastres naturales. También, el World Food Program (1996) ha analizado, desde la perspectiva de la vulnerabilidad, los riesgos de regiones y comunidades frente a las hambrunas, de hecho se suele confundir vulnerabilidad con pobreza.
En realidad, el enfoque de pobreza califica de forma descriptiva determinados atributos de grupos, personas y familias, sin dar mayor cuenta de los procesos causales que le dan origen y la vulnerabilidad, en cambio, hace referencia al carácter de las estructuras e instituciones económicas y sociales, es decir a los programas, sistemas y servicios que ofrece la estructura social y al impacto que éstas provocan en comunidades, grupos, familias y personas en las distintas dimensiones y categorías de su vida social.
La vulnerabilidad social es el resultado de los impactos provocados por esas múltiples causas y también, expresa la incapacidad de los grupos, familias y ciudadanos más débiles de la sociedad para enfrentarlos, neutralizarlos u obtener beneficios de ellos.
Las personas están expuestas a distintos tipos de vulnerabilidad en el transcurso de su vida. Además de los factores que vamos a subrayar, hay que considerar la exacerbación de la competencia, que ha reducido los hábitos solidarios y la responsabilidad social de los individuos y, también, los “problemas sociales emergentes” que tanto preocupan a la ciudadanía, como la corrupción, drogadicción, delincuencia juvenil y violencia que asumen un importante protagonismo por la alarma que se crea.
Consideramos básicas las siguientes condiciones:
Su pertenencia a poblaciones definidas (condición étnica u origen).
Su salud (discapacitados y enfermos crónicos) y edad.
Su entorno, comunidades aisladas y dispersas, zonas de mayor riesgo de desastres naturales o barrios urbanos donde se dificulta la integración social y económica de sus habitantes.
La vulnerabilidad es un fenómeno multidimensional y se ha constituido en un rasgo social permanente, que evoluciona de la misma manera que muta un microorganismo adaptándose a las diferentes condiciones del medio por muy radicales que estas sean. Salvando las diferencias y siguiendo la metáfora, asociamos vulnerabilidad a desastre natural, pandemia y epidemia sanitaria, endemismos, catástrofes bélicas, ignorancia y analfabetismo, incorporación al desarrollo económico, pobreza, empleo, desempleo, desastres económicos, formas de producción, las instituciones y los valores que caracterizan el propio desarrollo en cualquier parte del mundo. Y siempre ocurre lo mismo los grupos, familias y ciudadanos de bajos ingresos, e incluso las capas medias cuando se exponen a elevados niveles de inseguridad e indefensión, son los más vulnerables.
La complejidad de la vulnerabilidad social viene caracterizada y agravada por la interdependencia, la globalización y la incertidumbre.
En conclusión existen una gran cantidad de motivos que pueden aflorar como riesgos para la vulnerabilidad social, que nos permitirían mantener la metáfora con la adaptación de la vulnerabilidad social siempre a una nueva condición emergente. En nuestro caso, las diferentes condiciones de la desigualdad se entrecruzan y refuerzan en la vejez, atrapando a las personas en una relación de desventajas múltiples respecto de la cual resulta hoy en día muy difícil escapar, uniendo inexorablemente la vulnerabilidad social de las personas mayores con la dependencia.