Algunos de los factores que se revelaron como centrales en los relatos de vida, corroborando las características que han surgido del análisis de la vulnerabilidad de las personas en situación de dependencia de este Informe, fueron los siguientes:
El origen de la discapacidad. Una variable fundamental que determina las trayectorias de las personas es la diferencia entre discapacidad/enfermedad congénita o sobrevenida. En el primer caso, y si es grave, puede ocurrir que todos los aspectos vitales (y hasta la de su familia) gire en torno a la discapacidad/enfermedad, con la que ésta va a convivir durante toda su vida, en la mayoría de los casos. Por el contrario, si se trata de una discapacidad/enfermedad sobrevenida, la cuestión central será hasta qué punto la persona va a poder seguir llevando la misma vida que antes.
La heterogeneidad del colectivo. El concepto “persona en situación de dependencia” incluye a personas con problemáticas muy distintas, desde problemas de movilidad, hasta personas con discapacidades psíquicas profundas.
Las barreras arquitectónicas. Para las personas cuya movilidad se ve limitada por alguna deficiencia motriz o sensorial esta cuestión es fundamental, pues son la causa de que buena parte de los espacios en los que la gran mayoría de las personas transitan o habitan sean inaccesibles para ellos.
Las barreras sociales. Prejuicios, discriminación, paternalismo, desconsideración, falta de empatía son elementos frecuentes en la vida cotidiana de muchas de estas personas, que dificultan su inclusión social y merman la imagen que tienen de sí mismas.
La necesidad imperiosa de contar con otros: La vida de las personas con discapacidades y enfermedades discapacitantes se ve gravemente limitada, pues se ven obligados a recurrir a otras personas para poder realizar cualquier actividad que se desarrolle fuera de los espacios más cómodos y accesibles para ellos. Los lazos familiares y las relaciones de amistad o amor quedan comprometidas en este marco.
La invisibilización. Esta limitación tiene un valor añadido, pues al provocar una escasa presencia (por no decir una total ausencia) de personas con discapacidades en numerosos lugares (centros de trabajo, de enseñanza, ocio, etc.) produce su invisibilización, es decir, la sensación generalizada de que apenas hay personas de estas características, lo que hace que su problemática sea ignorada y desatendida.
Una imagen deteriorada. El aislamiento, las carencias en la comunicación y la participación, sumadas al conflicto de la imagen personal frente a unos estereotipos dominantes de belleza, salud y juventud, inciden en una autovaloración negativa.
La soledad. La mayoría de las personas entrevistadas manifestaron, de distintas formas, estados de soledad, acompañados frecuentemente por la frustración de no poder quebrar dicha circunstancia.
Por efecto de todas estas razones, sumadas a la discriminación que sufren en casi todos los ámbitos de la vida social, y que va desde la estigmatización en las interacciones cotidianas, hasta la discriminación laboral, numerosas personas en situación de dependencia caen en un proceso de exclusión social, o se encuentran en situación de vulnerabilidad (sobre todo las mujeres, que presentan perfiles claramente desfavorecidos respecto a los varones).